Un par de veces terminé metido en restaurantes costosos, en donde la comida era tan maluca, el servicio tan malo, y todo tan caro, que no podía atribuir la experiencia sencillamente a la mediocridad y pereza de los involucrados; no, era tan absurda la situación, que me hacía pensar en una broma práctica: «están haciendo esto a propósito, es un experimento social, a ver qué tantas estupideces tolera la gente, antes de mandarlos a la porra, a ver cómo racionalizan gastarse tanta plata en algo a todas luces malo». La versión consumista del experimento de Milgram.
Leer este libro de Amelie Nothomb se sintió igual a estar en uno de esos restaurantes.
posdata: incluso comprar el libro hizo parte de la experiencia. En la librería fuimos asaltados por una artista en una exposición de su obra allí, que quería convencernos de comprar sus manteles floridos manchados de pintura por cinco millones de pesos la unidad.
Pensé que me gustaba uno de sus trabajos, hasta que noté que estaba mirando el estampado de la tela que ella usó como lienzo...