Una señora descubre que criar un niño es una tarea emocionalmente exigente.
Las exigencias físicas de la crianza no hacen parte de este descubrimiento, que la autora le ahorra a la protagonista con atajos como:
Instalar al niño mágicamente dentro de la historia, y darle la edad suficiente para:
- Estar en control de sus esfínteres.
- Ser capaz de hablar, expresar su estado físico y mental, y contar con un vocabulario y contexto cultural adecuados y compatibles con la protagonista.
Poner a la protagonista en la posición de permitirse no tener que trabajar para poder mantener al niño y pasar tiempo con él.
Este conmovedor viaje está salpicado con múltiples descripciones de las pequeñas ansiedades que llenan la cabeza de la protagonista, y las maromas intelectuales usadas para (intentar) exprimirles una gota de belleza y significado.